En estas fechas, que ahora acaban, se
siguen usando las caretas, aunque de forma diferente al resto del año.
Hay quien se las pone, quien se las
cambia, quien se las quita y quien se las añade. Al final, lo que nos
encontramos es que nadie, o casi, nos enseña su verdadera cara.
Pensándolo bien, esto no es cosa solo
de estas fechas, porque ocurre todo el año pero ahora, será por el tiempo,
ocurre más.
En el fondo, muy en el fondo, eso no
es malo. A veces es necesario disfrazarse para dar rienda suelta a esos
sentimientos que algunos tienen guardados, para que se suelte la lengua y
disfrazados de fiesta le cantemos las cuarenta a ese a quien hace tiempo le
tenemos ganas…
El problema es que NO TODO lo que se
dice es válido, NO TODO es admisible. Hay que poner ciertos límites.
Pero, y ahí voy yo, quién es quien define
esos límites.
Ahora, desde hace algún tiempo, y la
cosa va a más y a peor, nos escandalizamos con cualquier cosa, por nimia que
parezca.
A todo se le saca punta y todo se
convierte, como decía hace algún tiempo por aquí, en –fobia, en –ismo, o en
motivo para sentirse ofendido/indignado/atacado/perseguido. Podría seguir
catalogando, pero creo que ya sabéis a lo que me refiero.
No, señores, no hay por qué ofenderse
absolutamente por todo. Hemos pasado del TODO VALE, el absolutamente todo es
válido, porque soy libre de decir lo que quiera (o así lo interpretan mis c…) al TODO NO VALE, en el que estamos, que
cualquier cosa que digas se usa en tu contra, pasando, obviamente por el
término medio, la equidistancia, el ‘aurea
mediocritas’ que decía Aristóteles, o sea, di lo que sea, pero pon límites y
tolera lo que dicen los demás pero también con esos mismos límites.
Me pregunto en qué momento se nos ha
ido la pinza, o hemos perdido el norte. Ahora mismo es muy difícil decir o
escribir o ‘cantar y contar’ sin que nadie se sienta ofendido. Cuando no es por
una letra de una agrupación carnavalesca, es por un montaje de photoshop, o es
por un montaje televisivo en un programa.
De forma que, visto lo visto, habrá
que andarse con mucho ojo y mucho tiento a la hora de seguir por aquí, por
ejemplo. Por eso, entre otras
circunstancias, es por lo que cada vez me cuesta más publicar algo en este
blog.
El otro día le pedí a un amigo que me
indicara algún tema para hablar. Aceptó el reto y me indicó alguno, pero no le
he hecho caso, en parte porque puede herir sensibilidades (la mía, sin ir más
lejos, ya que se trata de un tema que me toca de cerca…)
Pero, gracias a eso, o por culpa de
eso, ha surgido esto. Sin querer, sin buscarlo, o buscando otra cosa, he
hallado este tema (más o menos la definición de serendipia, palabra que me
gusta bastante)
Por cierto, ya que estamos, he
titulado esta entrada como Carnaval… ¿conocéis el origen?
En el ‘libro de buen amor’ de Juan
Ruíz (Arcipreste de Hita), escrito a caballo de los siglos XIII y XIV se relata
la batalla (ficticia, obviamente) entre Don Carnal y Doña Cuaresma.
‘Grosso modo’ se puede relatar así.
“Don Carnal, amigo de los placeres de
la carne, de los vicios mundanos, es retado por doña Cuaresma a una batalla en
el plazo de siete días, el Miércoles de ceniza (que según el calendario es
mañana 14 y estaremos a cuarenta días, de ahí cuaresma, del Domingo de Ramos).
Dicha batalla tiene lugar entre ambos,
cada uno acompañado de sus ejércitos. Don Carnal con bueyes, cerdos, gallinas,
cabras y becerros, y doña Cuaresma, con vegetales y mariscos.
Al final del primer día se retiran
ambos a descansar y Carnal, fiel a sus principios de da un homenaje y se retira
a dormir, momento que aprovecha doña Cuaresma para atacar de nuevo, venciéndolo
y haciéndolo preso, y obligándolo a hacer ayuno y abstenerse de todos los
placeres que eran su forma de vida.
Al cabo de cuarenta días, don Carnal está arrepentido, o empieza a estarlo, de
sus vicios y, en un ‘ataque de salud’ escapa.”
El texto del Libro de Buen Amor comienza así:
<<Açercándose viene un tiempo de Dios santo,
fuime para mi tierra por folgar algún rato,
dende a siete días era Quaresma tanto
puso por todo el mundo miedo e grand' espanto,
Estando a la mesa con don Jueves Lardero,
truxo a mí dos cartas un ligero trotero,
desirvos he las notas, ser vos tardinero,
ca las cartas leídas dilas al mensagero.
De mí, Santa Quaresma, sierva del Salvador,
enviada de Dios a todo pecador,
a todos los arçiprestes et clérigos con amor,
salud en Jesu Christo fasta la pasqua mayor.
Sabed, que me dixieron, que ha çerca de un año,
que anda don Carnal sañudo muy estraño
astragando mi tierra, fasiendo mucho daño,
vertiendo mucha sangre de lo que más me asaño:
Et por esta rasón en vertud de obediençia
vos mando firmemente so pena de sentençia,
que por mí e por mi ayuno e por mi penitençia,
que lo desafiedes con mi carta de creençia.
Desidle de todo en todo, que de hoy siete días
la mi persona mesma, e las compañas mías
iremos pelear con él, e con todas sus porfías,
creo que se me non detenga en las carneçerías.
Dadla al mensajero esta carta leída,
liévela por la tierra, non la traya escondida,
que non diga su gente, que non fue aperçebida:
dada en Castro de Ordiales, en Burgos resçebida.>>