lunes, 26 de septiembre de 2016

¿Iguales?, si, más o menos (III)

Pues no, no lo somos.

No todos pensamos igual, ni vemos lo mismo, ni creemos en lo mismo, ni vestimos siguiendo el mismo patrón.

Es bueno ser diferente. Lo malo es que cuando eres diferente eres ‘el raro’.

Tampoco somos iguales cuando necesitamos cosas distintas. Por ejemplo, dar un paseo en la calle. Parece fácil, pero para muchos de nosotros se convierte en una auténtica odisea. Algunos necesitamos un poco más de espacio, y no porque no estemos ‘en linea’ sino porque vamos en silla de ruedas. No os imaginais la cantidad de zombies que pululan por las calles. A los despistados, que no saben dónde van a poner el huevo, se les unen los que no conocen la ciudad y van mirando a nadie sabe dónde. A éstos les añadimos los que van ensimismados con sus dispositivos electrónicos, cazando pokemon o moscas, no se. Y la mayoría, esos que van a su aire, sin importarles una ‘M’ los que hay a su alrededor, pensando que la calle es suya y todo lo que se debe ver está a su altura (a la de sus ojos, los de la cara). Cuando te encuentras con alguno, reza lo que sepas, porque te atropella si o si. Y después, ni perdona ni por ahí te pudras. Incluso son capaces de vociferar ‘hay que ver, coño con la silla’. Pues mire usted, yo tengo un problema físico que tiene solución (o no, eso es problema mio), en cambio su problema, que es falta de vergüenza, no la tiene.

Pero no solo tienes problema cuando ‘andas’ por la calle. Súbete a un autobús, si tienes suerte, claro, porque las rampas…

Lo más habitual es que tengas que rogar por tu sitio, por el que está reservado para ti.

‘-Señora, por favor, me permite, que tengo que acabar de entrar y si no lo hago el autobús no anda’.

Y la señora te mira mal y con mala cara (que ya la traía de casa, pero se le pone peor cuando te ve) quita a regañadientes el carrito de la compra (vacío) y te deja un hueco para que más o menos te coloques. Quien dice carrito de la compra, dice carrito de bebé o de niño casi para hacer la mili, que también. O te encuentras a alguien que no contento con usar el espacio para poner su carrito va y lo ata con el cinturón de seguridad para sillas de ruedas. Vaya a ser que el conductor frene y se le desparramen los tres kilos de papas y las dos naranjas pochas que lleva.

O sea, que no, que no somos iguales. Afortunadamente, porque también te encuentras a quien te pide perdón y se aparta o incluso hace el amago de ayudar. Los hay, eh, no son una leyenda urbana.

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